20090323

El otro chisme 9: [Al cruzar Eje Central]

[Un encuentro entre dos personas, en 250 palabras]


Corrí a Municipio Libre para alcanzar el microbús. Me senté en el penúltimo asiento de la derecha. Abrí mi mochila. Saqué mis lentes. Busqué las copias que me dejaron leer en la escuela. Me puse a leerlas. Al cruzar Eje Central, una persona corrió tras el micro para alcanzar a subirse. Cuando subió me di cuenta que era bastante parecido a mí: delgado, un poco panzón, con el cabello un poco largo, de tez morena y con grandes ojeras bajo los ojos. Se sentó a lado de mí. Abrió su mochila. Se puso unos lentes. Buscó unas hojas. Y se puso a leerlas. Me pareció bastante curioso que las copias que él leía eran las mismas que yo. Al voltear a verle la cara su mirada estaba en mis copias. Por un instante pensé que todo era un sueño. Saqué un trozo de papel de mi cuaderno y escribí unas líneas. Le di el trozo de papel. Él me dio otro similar. Toqué el timbre dos cuadras antes de Patriotismo. Al bajar él venía tras de mí. Caminé deprisa para esconderme tras la esquina de la calle. Saqué una pequeña navaja automática que cargo “por si las dudas”. Al pasar a lado de mí le atesté la primera de muchas puñaladas. Lo dejé en el piso. Caminé dos cuadras más. Leí el papelito que me dio. Decía: “efectivamente”. Caí al piso por un dolor enorme en el estomago. Por mi boca empezó a salir mucha sangre. Yo le había escrito: “en esta vida no puede haber dos iguales”…

20090318

El otro chisme 8: [Unos pequeños trozos de cinta adhesiva cortada cuidadosamente en forma de moñito]

["En esta ocasión las 250 palabras fueron para redactar un recuerdo de la infancia"]

¿Cuántos años tenías?, ¿ocho o nueve? Estabas cursando el cuarto de primaria seguramente. Aquel día estabas jugando en el salón de clases. No viste quién pero sentiste que te impactaba en la cabeza una goma. No sabías por qué pero tenías la necesidad de regresar la afrenta. Viste en el piso aquella gran goma blanca y rectangular. Corriste a agarrarle. Sin embargo en el camino se cruzó la pata de una banca. Sentiste caer y tu cabeza se impacto en el filo del asiento metálico de otra banca. No te importó. Alcanzaste la goma y la aventaste nuevamente. Sin embargo algo no estaba bien. Se hizo un silencio sepulcral. Los ojos de tus compañeros y maestra se situaban en tu frente. Tu mano apresuró a tocar tu frente y una pequeña oleada caliente te recorrió la espina dorsal. No te dolía pero al ver tu mano sabías que estabas sangrando. La maestra apresuró el paso de tu mano hacia la dirección. Las monjas trataron de curar la herida con unos pequeños trozos de cinta adhesiva cortada cuidadosamente en forma de moñito. Al llegar tu mamá por ti su cara se transformó en preocupación. Estaba molesta porque no la llamaron. Habló a tu padre y le dijo que te llevaría a urgencias. Por tu frente se alcanzaba a ver parte de tu cráneo, al menos eso te decía tu mamá. En urgencias te dieron siete puntadas. Al terminar la doctora de coserte, asistida por tu madre. Preguntaste: ¿y la goma, dónde quedo?