20101016

El otro chisme 19: [una escena típica]

[tenía mucho que no escribía un cuento, espero este sea de su agrado...]


Esta es una historia típica del México contemporáneo, salpicada de derroche de poder y corrupción; es la historia de Fidelio Márquez “Don Fide”, un hombre que nació en Canelas, Durango; desde pequeño aprendió el negocio del cultivo de la mariguana y los repartos en avioneta. La primera vez que se presentó en casa de los Coronel, familia de gran tradición en el negocio, dijo Me llamó Fidelio, que significa aquel que es digno de confianza; y efectivamente, se ganó a tal grado la confianza de los Coronel, que llegó a ser el encargado de las negociaciones con el gobierno de Durango; y más tarde fue enviado a la Ciudad de México para supervisar las tienditas y negociar una tregua con la Secretaría de Seguridad Pública para lograr un embarque de algunas toneladas de polvo blanco de Sudamérica.

Al llegar a la capital del país, se instaló en un lujoso hotel de la Colonia Roma, quería estar cerca de sus encargos y de la diversión; le encantaban las mujeres, la banda y el tequila Don Julio. La primera noche, amaneció en un hotel de Insurgentes, al que no se acordaba como había llegado, pero estaba en medio de dos hermosas mujeres jóvenes, y sus plebes tras la puerta, esperando su salida. En toda la semana siguiente a su llegada, se repitió la misma escena: noche de farra, distintas habitaciones de hotel y mujeres de todas formas, tamaños y colores, al despertar.

Poder concertar la cita con el Subsecretario de Prevención y Participación Ciudadana, tuvo que pasar por toda la red de burocracia institucional, que cualquier narco, que ostente de serlo, tiene que pasar; y una semana después pudo presentarse en el despacho del subse en Reforma. Estuvo metido alrededor de tres horas en una impresionante sala, con una mesa oval de caoba y sillones ejecutivos de piel, decorada con reproducciones del acta de independencia y la constitución de 1917.

Al salir del edificio de la Secretaría, Don Fide vio el Ángel y se sintió grande y poderoso, acababa de lograr que desapareciera la Policía Federal por una semana del triangulo dorado de Durango; al comunicárselo a la familia Coronel, le avisaron que su cuenta había crecido unos cuantos ceros más, que lo esperaban con gusto de vuelta en Canelas, pero que se tomará unos días, que estaban muy agradecidos por sus gestiones. Ese viernes se sentía dueño de México, llegó a un congal y pidió que se cerrara solo para ser atendido para él y sus fieles plebes. Esa noche le sirvieron del tequila más añejo que había en la cava del dueño, le cambiaban cada hora a las mujeres que lo acompañaban y todos sus deseos y caprichos fueron atendidos solícitos de su voz.

¡Un momento!, el último párrafo es una gran mentira, aquel viernes, Fidelio, salió que se lo llevaba la chingada, el subse no aceptó su propuesta, quería el doble del dinero ofrecido, y así ya no salía el negocio, los Coronel habían sido enfáticos acerca del pago: no podemos ofrecer más porque estamos ofreciendo más de la mitad de la ganancia. Al salir del edificio de Reforma, no contestó su celular, no quería escuchar los reclamos de los Coronel. Se encerró en su hotel de la Condesa y mandó a sus plebes a buscar un escritor de segunda que le escribiera una historia exitosa antes de su segura muerte al llegar a Canelas, por haber fallado…