20110309

El otro chisme 21: [miércoles de ceniza]

[Prólogo] Al abrir la puerta, aquel miércoles, le entregaron un paquete pequeño cuadrado; como de diez centímetros…

Ellos sentían ser la pareja ideal, de esas que uno ve y dice “son perfectos el uno para el otro”. Se conocieron una tarde en una de las avenidas más cuidadas y arregladas de su ciudad; Él no sabía cómo empezar una plática con Ella; Ella solo reía por la forma insistente y tímida con la que Él la veía; al final Él solo le dijo “Gracias por la sonrisa”.

Después de ese intercambio de sonrisas y miradas, se volvieron esa pareja perfecta. Iban a casi todos lados juntos; se entendían y comprendían a la perfección; no eran iguales, pero si complementarios; decían que sus corazones eran uno del otro. Sus mundos eran uno solo: el de ellos.

Pero como todas las historias reales de amor, el idilio terminó, cuando a Él le ofrecieron una beca en otro país y tuvo que cambiar de residencia; y como suele suceder en estas leyendas de la vida cotidiana, Ella no pudo viajar y se quedo extrañándolo. A los pocos meses se enteró de que Él murió de una extraña enfermedad que contrajo en aquellos lugares.

[Epílogo] En aquel paquete encontró un montoncito de cenizas y una nota anexa que decía: mi corazón siempre será tuyo…

20110302

El otro chisme 20: [la ventana]

Nuevamente, hubo un reto: a partir de la siguiente foto, hacer un cuento...




[Prologo] Ella vive en un departamento colindante a la gran ciudad; eligió ese sitio porque así no se alejaba del ajetreo de la ciudad, pero estaba lo suficientemente aislada para que no la absorbiera; y cuando quería podía ser una simple espectadora del espectáculo de la sociedad urbana.

Una luz cegadora la hizo despertar de su profundo sueño, la luz del alba penetraba a través de sus parpados. Al abrir los ojos, lo primero que vio fue el azul profundo del cielo, coronado con unas nubes que parecían hechas de algodón. Por un momento, se sintió en el paraíso, pero las imágenes de su día anterior se le arremolinaban en la cabeza.

El día anterior, había decidido buscar, en el parque, un árbol que le diera sombra y pudiera leer con tranquilidad. Al encontrar la banca se dio cuenta que no era necesario la sombra del árbol: el cielo estaba opaco, las nubes habían invadido el azul, que por lo regular, reinaba en la ciudad…

Cuando recibió aquella llamada, los ojos se le llenaron de lágrimas, sintió que el mundo se le venía encima, que el gris del cielo había presagiado la tragedia, que el cuerpo perdía su fuerza, que la vida había dejado de tener sentido…

Corrió al hospital, donde su hijo agonizaba; lo encontró aún con vida, pero inconsciente. Había tenido un accidente en el transporte público: se subieron a asaltar el camión donde él iba, y su instinto de supervivencia lo orillo a aventarse a la vía pública con el camión en movimiento; al caer al asfalto, fue arrollado por otro automóvil que iba pasando junto al camión.

En la tarde, lo dieron por fallecido...

[Epilogo] Al despertar vio que en la ventana aún estaba su celular - que ahora maldecía por haber sido el portador de la trágica noticia -, los pañuelos que limpiaron sus lagrimas, los vasos que ocupó para tomar agua y refrescar su garganta, que se cerraba a cada instante producto de sus sollozos, y su bolsa con el libro que dejaría inconcluso. A través de la ventana, se apreciaba el inmenso cielo azul, que la hizo entender que la vida tenía que continuar.

*Foto de MuCi...