El lunes por la mañana, se anunció la muerte de Christian “Chucho” Benítez, exjugador del Club América (actual campeón del futbol mexicano). Por lo que, como era de esperarse, personajes del medio del espectáculo, deportivo y político lamentaron el fallecimiento. A este lamento, también se unieron fanáticos del club América y del fútbol, en general. Hasta aquí, todo normal: siempre pasa cuando hay muertes de personajes públicos (i.e. Jenni Rivera, Carlos Fuentes, Chavela Vargas, Jorge Carpizo).
Dentro de todo el fenómeno en las redes sociales, hubo expresiones que me causaron curiosidad; como estas imagenes:
O tuits como estos:
- “Dos semanas de balaceras en Michoacan no vende cómo la muerte de Chucho Benítez.”, @BebedeIuz (https://twitter.com/BebedeIuz/status/361939298121031682)
- “Mueren 22 tras enfrentamientos en Michoacán nadie se indigna... muere chucho Benítez y la gente ahogada en llanto en serio que nos pasa...”, @BuenSolache (https://twitter.com/BuenSolache/status/362242954523459584)
- “¿Siguen indignados por la muerte de Chucho? ¿Y cuándo se van a indignar por la muerte de tantos en Michoacán?”, @_Arinca (https://twitter.com/_Arinca/status/362235531175796736)
¿Estas expresiones son válidas? Habrá quien diga que sí, que es libertad de expresión, lo cual respeto. Pero ¿qué tan válido es ejercer cierta coacción para que la gente lamente o se indigne por ciertos sucesos y no por otros?
En periodismo, hay algunos factores que determinan (en la mayoría de los casos) el interés público, para este caso observaré dos en particular:
- Prominencia de personas. Como menciona Leñero y Marín, los individuos que ocupan cargos importantes, los científicos relevantes, los actores, los deportistas célebres, son personajes noticia (1986).
- Proximidad. Es elemental que lo que ocurre en Sonora tiene mayor interés para los habitantes de ese estado que lo que sucede en Merida; lo mismo ocurre cuando los sujetos de una información periodística son conocidos por el público (Leñero y Marín, 1986).
Es decir, es un fenómeno social totalmente normal que la gente se lamente más la muerte de un personaje público que las muertes de personas civiles de un estado (en el cual habita sólo el 3.9% de la población nacional).
Por lo que, resulta irrisorio que existan expresiones que intenten denotar sorpresa por las manifestaciones legítimas de condolencia hacia un fallecimiento de un personaje público y no ante otras muertes de las cuales la mayoría de los mexicanos somos ajenos. Y más aún que la sorpresa sea hacía el cubrimiento de los fenómenos noticiosos por parte de los medios de comunicación.
Finalmente:
¡cada quién puede hacer con sus condolencias un papalote!
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Para más detalles ver:
- Leñero, Vicente y Carlos Marín (1986). Manual de periodismo. México: Grijalbo.