Corrí a Municipio Libre para alcanzar el microbús. Me senté en el penúltimo asiento de la derecha. Abrí mi mochila. Saqué mis lentes. Busqué las copias que me dejaron leer en la escuela. Me puse a leerlas. Al cruzar Eje Central, una persona corrió tras el micro para alcanzar a subirse. Cuando subió me di cuenta que era bastante parecido a mí: delgado, un poco panzón, con el cabello un poco largo, de tez morena y con grandes ojeras bajo los ojos. Se sentó a lado de mí. Abrió su mochila. Se puso unos lentes. Buscó unas hojas. Y se puso a leerlas. Me pareció bastante curioso que las copias que él leía eran las mismas que yo. Al voltear a verle la cara su mirada estaba en mis copias. Por un instante pensé que todo era un sueño. Saqué un trozo de papel de mi cuaderno y escribí unas líneas. Le di el trozo de papel. Él me dio otro similar. Toqué el timbre dos cuadras antes de Patriotismo. Al bajar él venía tras de mí. Caminé deprisa para esconderme tras la esquina de la calle. Saqué una pequeña navaja automática que cargo “por si las dudas”. Al pasar a lado de mí le atesté la primera de muchas puñaladas. Lo dejé en el piso. Caminé dos cuadras más. Leí el papelito que me dio. Decía: “efectivamente”. Caí al piso por un dolor enorme en el estomago. Por mi boca empezó a salir mucha sangre. Yo le había escrito: “en esta vida no puede haber dos iguales”…
2 comentarios:
jajajaja, muy bueno... y chistoso
MC
Genial
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