[Este es la segunda parte y el final de ‘Destino… Coyuya’ que siendo sinceros no necesitaba segunda parte ni final, pero como siempre ando de chismosito pues me di a la tarea de escribirla]
I
La noche llegó junto con ‘Carlitos’ acompañado de sus eternos reproches, explosiones de machismo y el conformismo consuetudinario que Sandra no había apartado de su vida, lucía fresca y con un brillo que a todas luces era perceptible, pero para Carlos era la misma de siempre: una mujer que no sabia planchar, cocinar y que desatendía la casa por su necedad de trabajar.
-¿Otra vez no te dio tiempo de hacer algo que una verdadera mujer haría de comer?- estalló él, al ver la pizza en su plato-.
-¿Qué quieres?, no me da tiempo- la voz de ella contraria a la rutina lucía tranquila, su mente y pensamientos vagaban cual viaje astral a los recuerdos recientemente incrustados en el destino que Coyuya le impuso- pero si quieres otra cosa dime y salgo a comprártelo-.
-¡No, déjalo así!, se me va a espantar el hambre-.
Esa noche a ella no se le antojaba comenzar una de las interminables peleas que por lo regular se suscitaban por las noches en casa, solamente deseaba retirarse a la cama para estar sola con sus pensamientos y los recuerdos gratos del día…
II
Una vez más el despertador de la cabecera timbró puntual a las 5:30 horas, Sandra y su aún sonrisa tierna en los labios dibujada comenzaron el eterno ritual, una camisa perfectamente planchada que jamás satisfacía las exigencias de Carlos, unos perennes huevos salpicados de creatividad en la presentación igualmente despreciados, las prisas de Sandra por llegar a tiempo a Tlatelolco y la parcimonia de Carlos ya que al conducir su Taxi no tenia problemas de patrones ni de horarios, completaban el tan acostumbrado ritual.
Como solía hacerlo a diario, abordo su Taxi y se dirigió a Churubusco por Plutarco, y al cruzar eje 3 en el Metro Coyuya un hombre le hizo la parada, a lo que Carlos naturalmente aceptó ya que la estampa del extraño lucía amable.
-¡Hola, buenos días!, ¿a dónde lo llevo?- preguntó Carlos.
-A la avenida Tlahuac, si me hace el favor- contesto el extraño, acompañado de una sonrisa; por lo que Carlos sintió una invitación para comenzar una conversación típica ‘chofer-pasajero’.
-¿Se le hizo tarde verdad?- comenzó así la platica Carlos.
-Exacto y ayer no fui al trabajo, me encontré a una mujer hermosa con la que pase una inolvidable tarde- prosiguió el extraño.
-¡Ahh! Entonces bien valdrá la pena un descuento en la quincena-.
-¡Claro! Esa bonita mirada bien vale la pena cualquier descuento-.
-Se oye muy enamorado-.
-Desgraciadamente de la portadora de esa mirada y de la tierna sonrisa no conozco ni su nombre-.
La charla continuó y a Carlos le vinieron a la mente recuerdos de su noviazgo con Sandra, la mirada dulce y la sonrisa tierna que con los años se le habían ido desdibujando, el extraño fue dejado a tiempo por Carlos en su trabajo.
III
Los clientes siguieron abordando el Taxi junto con los recuerdos de aquel lejano noviazgo, por lo que tomo el celular y telefoneó a Sandra para invitarla a cenar como en aquellos días de cortejo.
Hasta las 7pm pasaría por Sandra a Coyuya por lo que Carlos decidió dar unas vueltas extras cerca del metro para ‘matar el tiempo’ se dijo mentalmente Carlos, en esas mencionadas vueltas andaba cuando dos hombres de buen vestir le hicieron la parada y le dieron la orden de meterse en un callejón junto con la instrucción de darles todo el dinero que portara, Carlos no dejaba que le arrancaran el dinero que había juntado en el día y destinaría para esa cena a las 7pm, por lo que los hombres del buen vestir desesperaron y uno de ellos desenfundó un revolver y atinó dos golpes certeros de plomo en la cabeza de Carlos.
Sandra recibió la noticia por el mismo medio por donde horas antes una llamada le había hecho dudar que hoy sería ‘un día más’ y de que Carlos no volvería a ser ‘Carlitos’, pero esta noticia lejos de alegrarla le había llenado los ojos de lagrimas, pero en su más hondo ser, una esperanza se iluminaba porque la pequeña tregua que vivió en los últimos dos días le hacía saber que un nuevo destino podría estar hasta en el metro Coyuya…
-o-
[son de esas dedicatorias que no necesitan nombres pero que la persona a la que va dirigida es obvia]
[son de esas dedicatorias que no necesitan nombres pero que la persona a la que va dirigida es obvia]