20110421

El otro chisme 25: [La historia de Ernesto Gómez Ortega]

En esta ocasión, les quiero contar la historia de mi mejor amigo, Ernesto Gómez Ortega, sí, aunque parezca gracioso, ese es su nombre, sino, ¿cómo se podría llamar? No recuerdo muy bien cuándo lo conocí, pero toda la vida hemos sido inseparables. De esas veces que dicen “esos dos son uña y mugre”; aunque había personas que decía que no deberíamos estar juntos, que era mala nuestra amistad; hecho que no nos importaba y seguíamos tan unidos como siempre. Él es una persona un poco obesa, porque pedía comida a toda hora; si íbamos al mercado quería una fruta o pedazo de chicharrón; antes de entrar al cine pedía las palomitas más grandes; pero su mayor gozo era ir al supermercado para aceptar de las degustaciones que siempre hay. Sabía que su insaciable hambre era parte de su naturaleza; por lo cual, siempre lo apoyaba en conseguir algo que comer; o, simplemente, le daba de lo que me tocaba comer. Al contrario de Ernesto, yo soy delgado; siento que se debe a que como muy poco. Pero juntos formábamos un 10 perfecto, en todas sus acepciones. Realmente, yo era feliz de que él estuviera siempre a mi lado, era parte de mí. Ernesto por su misma naturaleza era una persona un poco aislada, no tenía otros amigos ni conocidos, aunque, de que había otros como él, los había; es más, yo creo que había muchos como él. En una ocasión, estábamos dormidos y en la madrugada se despertó llorando: tenía hambre; y sí, a esa hora salí de la casa y caminé por la avenida principal hasta llegar a uno de esos minimercados que están abiertos toda la noche, bueno, tienen una ventanita por donde se piden las cosas, y le compré algo de comer, para que estuviera satisfecho. Por desgracia al regresar, Ernesto se había suicidado, ¿por qué? no lo logré entender, si siempre lo alimentaba como debe de ser. Pero al menos, ahora era libre y por fin podría comer un poco mejor…

-o-

En este punto de la lectura, si usted apreciable lector ha sido un poco perspicaz, debería de haber juntado las iniciales del protagonista de esta historia y darse cuenta que dicen “E.G.O.” y por lo tanto, suponer que Ernesto es el ego del narrador, y que cada que se habla de comida es la metáfora perfecta de cómo las personas alimentamos a nuestros egos para que seamos un poco más felices; pero siéntese y espere la gran desilusión, el narrador es el ego del protagonista…

1 comentario:

Fanny Castillo dijo...

Voy a alimentar a Ernesto, regreso en un rato...
¡Me encantó!.